domingo, 21 de marzo de 2010

Haciendo clases de Lengua Castellana

Durante febrero, fui contactado por un cliente para que le hiciera clases a su hijo, quien estaba postulando a 2do. Medio. La idea era que lo preparara en una serie de temas que estarían incluidos en un examen de admisión. Los contenidos incluían los géneros literarios, ciertas corrientes literarias contemporáneas, tipología textual, lingüística y medios masivos de comunicación.

El gran problema que se presenta cuando a uno le solicitan que enseñe cualquier contenido está en que no sabemos el enfoque que será utilizado para medir, posteriormente, lo que nosotros estamos enseñando. Claramente, yo podría haber enseñado a mi manera y de acuerdo con lo que estimo más correcto los contenidos que necesitaba mi alumno. Pero yo no sabía con precisión qué cosas le preguntarían en el examen de admisión: al menos estaba seguro de que esas preguntas se corresponderían con cierto enfoque acerca de los contenidos considerados. Lo más probable era que tales contenidos estuvieran orientados, en último término, a una buena competencia en el SIMCE: esto me daba ciertas luces acerca de hacia donde debía dirigir mis esfuerzos.

No obstante, aun cuando ya estaba definiendo en qué dirección debía guiar a mi alumno, se me presentaban dos problemas antes de poder continuar. De hecho, antes de siquiera poder planificar mis clases. El primer problema era que no existe una orientación suficientemente clara acerca de qué debe ser enseñado para responder bien las preguntas del SIMCE: el Ministerio de Educación, en Chile, impone una amplia serie de contenidos para todos los niveles de la educación básica y media, pero no especifica cómo deben ser enfocados ni qué contenidos concretos espera que sean entregados a los alumnos para enfrentar exitosamente el SIMCE. El segundo problema está en que, cuando accedemos a materiales orientadores acerca de tales contenidos (los libros de editoriales particulares aprobados por el Ministerio de Educación), nos damos cuenta de que muchos contenidos están expuestos erróneamente y, además, tienen contradicciones entre sí —al momento de comparar libros de editoriales distintas, a pesar de que todos están aprobados por el Ministerio (!).

Entonces advienen los enormes dilemas a la mente del profesor: ¿cómo entender que el Ministerio de Educación imponga lo que debe ser enseñado si la Constitución asegura la libertad de enseñanza? ¿Cómo aceptar, además, que uno deba enseñar contenidos que sabe erróneos? ¿Qué hacer para conseguir que haya un cambio en este sistema educacional impositivo y anti-liberal? ¿Cómo enteder, por último, que el Ministerio de Educación entregue su aprobación a textos de estudio que son contradictorios entre sí?

Es difícil resignarse a tal situación, pero no nos queda otra posibilidad de momento. Nuestros alumnos necesitan obtener buenos resultados en la enseñanza media, aprendiendo cosas erróneas, para que puedan postular con un buen promedio y rendir una aceptable Prueba de Selección Universitaria (que lamentablemente también es universal) y, finalmente, acceder a la educación universitaria. La universidad sigue siendo el bastión más libre de la educación en Chile; pero los «genios» de la enseñanza pretenden reducirlo a sus dominios, como ya hicieron con la educación básica y media, estableciendo un sistema de acreditación nacional. Este sistema no es tan coercitivo, pero utiliza medios comunicacionales para convencernos de que es bueno y hasta necesario. Incluso las propias universidades lo promocionan (!).

No es nada de agradable estar dictando una clase y saber, al mismo tiempo, que se enseñan cosas inútiles, sin valor y hasta equivocadas. Veo como algo remoto la posibilidad de que esto cambie; pero no pierdo la esperanza de que, algún día, sean los propios establecimientos de enseñanza básica y media quienes escojan sus contenidos libremente y sean las propias universidades las que apliquen sus medios de selección: entonces no habría un SIMCE y una PSU guiando totalitariamente la educación del país, sino que todos podríamos enseñar y aprender con libertad, como lo asegura la Constitución.