jueves, 29 de abril de 2010

Aceptado en la Universidad Nacional Australiana


El proceso para llegar a este punto, que era imprevisible para mí cuando recién comenzó esta esforzada ruta, ha sido largo y tortuoso. Como el hombre metódico que soy, tenía establecida una estricta planificación para mis estudios hace unos cuatro años atrás: planeaba terminar en primer lugar la Pedagogía en Castellano, comenzar la Licenciatura en Filología Griega y Latina (el mismo año que planificaba esto) y seguir con ella hasta terminarla por completo, continuar luego con el Magíster en Estudios Clásicos con mención en Lenguas Griega y Latina y lo que venía después era algo difuso, pero tenía la intención de hacer un Doctorado en Filología Clásica en el extranjero valiéndome de la beca Presidente de la República. Pero todo esto cambió súbitamente en septiembre del año antepasado. Reunido con el entonces Prorrector de la UMCE, don José Martínez, él me recomendó insistentemente que postulara a la recién estrenada Beca Bicentenario para ingresar en algún programa de Magíster de una universidad australiana o neocelandesa. Yo no estaba muy convencido, pero él fue tan persuasivo que terminé por aceptar su recomendación. Reuní, penosamente, todos los antecedentes y documentos necesarios para postular. Gasté mucho tiempo y dinero para presentar mi postulación a la beca, sabiendo que echaba por la borda mi cuidadosa planificación vigente hasta entonces. Después de esperar algunas semanas, terminé por saber que no había sido seleccionado. A pesar del abatimiento inicial, no me rendí y, después de protestar frente a Conicyt y remitir una carta al periódico para denunciar su indolencia, postulé al programa Becas Chile Internacional, aprovechando toda la documentación que ya tenía reunida. Esta vez sí me vi favorecido —tal como lo había merecido desde un principio— y comencé con el segundo ciclo de dolores de cabeza: la postulación a la Universidad Nacional Australiana.

Elegí la Universidad Nacional Australiana por cuatro razones: 1. tenía establecido un contacto con quien será mi profesora guía; 2. tenía reunida información necesaria y relevante para hacer la postulación en esa universidad; 3. es la mejor universidad de Australia según los rankings internacionales, y 4. podía postular de forma delegada, lo cual me liberaba de pagar el costo de postulación. El programa escogido era el Master of Philosophy in Classics. Y bien: hice mi postulación por marzo del año pasado y esta resultó en el envío de una oferta condicional desde la universidad, lo cual significaba que debía rendir algún test de inglés y obtener cierto puntaje mínimo para ser aceptado incondicionalmente. Recibí esta oferta a principios de mayo y ese mismo mes comencé a asistir a un curso para preparar el TOEFL. Fue un mes duro, puesto que la dinámica impuesta por el curso de inglés y el trabajo diario en aquel desagradable liceo me empujaron a congelar la Licenciatura en Filología Griega y Latina, alejándome de mi querido Centro de Estudios Clásicos. Rendí el TOEFL a principios de junio (el día sexto si no falla mi memoria) y aguardé ansiosamente los resultados durante un mes. Necesitaba obtener un puntaje total de 90 con al menos 20 puntos en cada sección. Mi puntaje total fue 97, con 29 puntos en Reading, 25 en Listening, 19 en Speaking y 24 en Writing. El hecho de que me faltara un punto en una de las secciones significaba que no cumplía con los requisitos y, por lo tanto, la universidad no podía remitir una oferta incondicional. Desembolsando más dinero aun, solicité una reevaluación de esa sección y esperé otra vez con angustia durante dos semanas para saber que mi puntaje original había sido confirmado. Decepcionado y nervioso, decidí que, en lugar de rendir un test para demostrar mi competencia en la lengua inglesa, sería mejor tomar un curso de nivelación en la misma Universidad Nacional Australiana y, recomendado por mi orientadora de la agencia de postulación Latino Australia Education, solicité una package offer, es decir, una oferta que incluyese un curso de nivelación de inglés y el programa de magíster. Esto implicó hacer una nueva postulación y esperar la llegada de una nueva oferta condicional: fue entonces cuando adquirí la costumbre de revisar la casilla de correo electrónico cada mañana, a pesar de que me levantaba muy temprano. Y no me contenté con revisar mi casilla todos los días al levantarme y antes de acostarme, sino que incluso telefoneé desde Chile a la universidad en tres ocasiones. Tardó tanto que todavía siento que la espero, aunque llegó hace meses. Una vez que hubo llegado, me di cuenta de que no podría aceptar la package offer porque implicaba que yo pagara (de mi bolsillo) cinco mil dólares australianos para cubrir el costo del curso de nivelación de inglés: no tenía ese dinero y no lo podía obtener dentro del plazo fatal (hasta enero de este año) para cancelar el curso. Mi única opción, entonces, era rendir nuevamente un test de inglés y aprobarlo (o rendir tantos tests cuantos fuesen necesarios para obtener los puntajes requeridos). No quise tomar nuevamente el TOEFL y me inscribí para rendir el IELTS. Además, tomé un curso de forma particular para prepararme. Esta vez sí obtuve los puntajes solicitados por la universidad y recibí anteayer la carta de oferta cuyo fragmento encabeza esta entrada.

La historia es larga y tediosa, pero parece importante conocerla para comprender el proceso que ha implicado conseguir ese documento. Ha implicado muchas dificultades, mucha espera que aparenta ser inacabable. Pienso que pudo ser mucho más sencillo, pero mi inexperiencia y las circunstancias que rodearon toda la situación hicieron que las cosas ocurrieran así. Sin conocer la historia, tampoco se valoraría mucho el salto que estoy dando, desde la 16ta universidad del ranking chileno a la 17ma universidad del ranking mundial. Creo que vale la pena hacer esto y esforzarme tanto si he decidido dedicar mi vida o una parte importante de ella a los asuntos académicos; de otra manera, no podría menos que considerarme a mí mismo un mediocre.

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