Muchas veces, me sorprende la capacidad de algunas personas para mantenerse interesadas en solamente un campo del saber durante toda su vida. Cuando entro en el Edificio A.D. Hope (donde está la oficina en la que llevo a cabo mi investigación) por el acceso Poniente, debo avanzar por un pasillo a cuya derecha hay varias oficinas de catedráticos de antropología. Todos ellos se ven mayores: son canosos y la edad se nota en sus rostros. Y siempre me pregunto cómo han mantenido vivo su interés principal en un solo campo del saber, divorciándose de todo el resto. Ciertamente, resulta imposible no necesitar nada de los otros campos académicos al momento de llevar adelante alguna investigación. Tampoco es plausible que ellos no cultiven algún otro tipo de interés fuera de la oficina. Sin embargo, dedican la mayor parte de su tiempo a la investigación en antropología. Y es precisamente esto lo que me ha llevado a un elevado nivel de estrés durante los últimos meses: la concentración excesiva sobre un solo campo de mis intereses.
No cabe duda de que me encanta mi campo de estudios y especialmente lo relativo a los testimonios artísticos y literarios de un tema en su tránsito a través de los siglos. De ahí que mi tesis de grado sea un análisis sobre quince versiones literarias del mito del Juicio de Paris. Y de ahí que escribiera un artículo acerca de la imagen poética de los dos soles, documentada en primer lugar por Eurípides en las Bacantes, que representa el mito de Penteo. Creo que no podría renunciar por completo a este afán: de ninguna manera querría dejar inconclusa mi tesis actual, acerca de la tradición artística y literaria del Juicio de Paris desde el siglo VIII a.C. hasta el VI d.C. Pero tampoco quisiera que, otra vez en el futuro, este campo ocupare un espacio tan grande en mi vida que me haga sentir sofocado y extrañar ansiosamente los demás. Porque, si bien me encantaría desarrollar investigaciones en torno a la morfosintaxis estructural del latín clásico y sobre el sentido y sintaxis del participio griego clásico, esto no significa ya que esté dispuesto a otorgar un largo periodo de exclusividad, más encima a varios kilómetros de Santiago. Reconozco que mi plan original (que mantuve entre el 2006 y el 2008) y mi plan de reemplazo (que tuvo vigencia desde el 2009 hasta el 2011) incluían el involucramiento en un programa que condujere al grado de Doctor Philosophiae, pero esto ya no está contemplado en mi futuro inmediato. Si acaso, como le comenté a mi padre, volviere a tener en mente un grado académico, posiblemente postularía al Doctorado en Letras de la Universidad de Oxford, que tiene requisitos especiales.
No obstante, hay otros asuntos rondando mi mente: no todo mi interés está capturado por la filología clásica. Hace ya ocho años que concebí —aunque no fui el primero en hacerlo— el concepto de 'ludología' y he estado trabajando ocasionalmente sobre este asunto, aunque más con reflexiones que con trabajo investigativo concreto. Esto se ha debido al tiempo que he debido dedicar a otros asuntos: los estudios clásicos y la pedagogía, el trabajo como profesor y mi viaje a Canberra para involucrarme en el magíster que curso actualmente han sido obstaculizantes en este sentido. Me incomodaba menos, sin embargo, tener que repartir el tiempo entre las tareas, como lo hacía en el pasado. Ahora la situación es distinta: debo dedicar la mayor parte de mi tiempo a la investigación relacionada con mi tesis y todo lo demás debe satisfacerse con el limitado espacio que resta de él. De modo que la pretendida propuesta metodológica estructural para el estudio y clasificación de los videojuegos ha podido avanzar muy lentamente por ahora. De todas maneras, tengo un cierto número de artículos ya preparados para leer y he desarrollado la reflexión al respecto, así que tampoco siento que no haya dado ningún paso en este tiempo.
Recientemente, también se me vino a la cabeza el desarrollo de una investigación acerca de proyectos tecnológicos desarrollados y ya finalizados en Chile durante los últimos veinticinco años. Las implicaciones de esta idea, en conexión con otros proyectos de investigación y ciertos proyectos de negocios, me llevaron a idear una fundación como el canal apropiado para realizar las investigaciones y aprovechar las ganancias de los negocios (el infame lucro). Esta idea ha sido sumamente significativa porque, de resultar bien, significaría mi independencia investigativa, de modo que no tendría que estar mendigando trabajo en universidades ni sacrificándome en interminables horas de clases para poder acceder a la posibilidad de investigar. Me permitiría dedicarme a los distintos campos de estudio que me interesan simultáneamente y satisfacer mi gusto por la academia y los negocios al mismo tiempo. ¿Y cómo no va a ser satisfactorio poder atender las distintas áreas hacia las que se inclina mi ánimo, sin descuidar ninguna por completo y sin ser absorbido enteramente por ninguna de ellas?
Así, pues, el insomnio me quitó un par de horas de sueño hace un par de meses, cuando empecé a fraguar estas ideas en mi cabeza. La ansiedad me llevó incluso a pasar seis semanas en Santiago, dándole forma sensible a lo que pretendo hacer una vez que haya terminado el magíster. Y esto me aleja de la pesadilla que me parece contemplar cuando entro por el acceso Poniente del Edificio A.D. Hope: profesores que han dedicado toda su vida a un campo de estudio específico, habiendo tenido que renunciar a otros intereses que hayan tenido en el pasado y que no se vieron beneficiados con los azares de sus vidas ni con las decisiones que tomaron, posiblemente sacrificando mucho de lo que deseaban. Si mis planes resultan exitosamente, podré concretar el sentimiento de autonomía, de heroica independencia, que lucha por salir desde mi interior. Me sentiré aliviado y le daré a cada facción de mi caprichosa voluntad una parte de mis esfuerzos, de modo que toda ella esté complacida.
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