Originalmente publicado en enpelotas.com.
Hace poco más de un par de años, afirmé que el desfinanciamiento y la intervención fiscal de la ARCIS, una universidad privada en Chile, era una estrategia del Partido Comunista (dueño de la universidad hasta 2013) para justificar la estatización de esta institución y la futura intervención de otras universidades. Esta semana, no obstante, el gobierno informó que la universidad será cerrada y sus alumnos serán reubicados en la Universidad de Chile. Hay quienes consideran injusto que estos alumnos de una universidad mediocre sean matriculados gratuitamente en una de las mejores universidades del país, pero a mí no me preocupa tanto. Me satisface, sin embargo, que mi predicción haya sido errónea.
La primera vez que visité el campus ubicado en Libertad 53 (Santiago), fui a mirar la película «A Clockwork Orange» (Kubrick 1971) junto con mis amigos Carlos y Marco aproximadamente el año 2004. Marco estudiaba en la ARCIS. Se graduó como licenciado en historia y ciencias sociales (BA) y licenciado en educación (BEd). Mientras tanto, colaboró conmigo en el levantamiento de la primera bitácora virtual dedicada al estudio académico de los videojuegos en Chile. El año 2007 había iniciado un magíster en estudios culturales (MA) en la misma universidad, pero falleció inesperadamente en mayo de ese año después de haberse sometido a una cirugía de derivación gástrica. Me encontré con su mamá en el cementerio cuando fui a visitarlo por su cumpleaños, en agosto.
El impacto que causó el deceso de Marco entre sus compañeros de universidad hizo nacer la iniciativa de que se instalare una placa conmemorativa en su honor. Esta placa estaba ubicada en el 4to piso del edificio frontal de Libertad 53, justo afuera de una sala: la vi personalmente el año 2009 acompañado por Diego, quien vive en la vereda de al frente. Cuando había comenzado la crisis de la ARCIS, quise verificar el estado de la placa, así que visité el campus nuevamente el año 2014 y descubrí que solamente restaba el fondo de madera adherido al muro: la cubierta plástica con el texto había desaparecido y se observaban restos de pegamento sobre la superficie del fondo.
Me preocupa, por supuesto, conocer el destino final de este edificio, donde Marco asistió a clases y dictó ayudantías y donde fue cariñosamente recordado con esta humilde placa ahora perdida. Según Josefina de la Fuente (CNN Chile), la venta del inmueble (avaluado en 12 millones de dólares) ha sido infructuosa a pesar de que estaba prevista para este año. A pesar de la incertidumbre actual, espero que será posible negociar con el futuro dueño del sitio para que admita (luego de haber remodelado el lugar) la instalación de otra placa conmemorativa que mantenga viva la memoria de Marco ahí por donde caminó tan a menudo.
El año 2014, cuando verifiqué el estado deteriorado de la placa actual, me había dirigido a la ARCIS para fotocopiar las tesis co-escritas por Marco para obtener sus grados académicos. De hecho, ahora me pregunto cuál será el destino de estos textos, puesto que la universidad será cerrada: si tengo suerte, podría rescatarlos del sino incierto que enfrentan actualmente. Para mí, naturalmente, resulta muy importante conservar la memoria de Marco y los testimonios más relevantes, en este sentido, son los documentos escritos que dejó. Ellos son un tesoro muy preciado porque, más allá de las memorias que cada uno tiene guardadas, los documentos reviven la voz y las ideas del que se fue y lo hacen presente ahora cada vez que lo leemos.
La crisis de la ARCIS y el anuncio de su cierre definitivo remecen suelos dormidos en mi memoria. En seis meses, conmemoraremos una década desde que partió Marco y lamentaremos la desaparición de la institución en la que se formó y recordaremos con amargura el dicho de que «los hombres pasan, las instituciones quedan», atribuido a Jean Monnet. La conservación de la memoria escrita resulta mucho más confiable en realidad.
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