Originalmente publicado en Hijos del Átomo.
La serie animada Juuni Kokuki (Ono 2002–3) narra la historia de cómo Yōko Nakajima, una alumna de enseñanza media en el Japón moderno, se convirtió en Keiō, la reina del reino fantástico Kei. En sus 45 epidosios, la serie contiene cuatro ciclos y desarrolla temas como la identidad japonesa, la identidad personal, la condición humana, el destino y la libertad individual.
El 1er (episodios 1–14) y 3er (episodios 23–40) ciclo se asemejan a los dos tránsitos que podemos observar en el Poema de Gilgamesh: de la bestia al hombre y del hombre al héroe. Si bien, en el caso de Juuni Kokuki, sería más apropiado decir del yes man al individuo íntegro y del individuo íntegro al monarca virtuoso. La tímida alumna de enseñanza media que está preocupada de agradarle a todo el mundo se debe transformar en una persona independiente capaz de tomar sus propias decisiones. Desde aquí, debe abocarse a su rol de monarca e impregnarse de la realidad de su reino para convertirse en una soberana respetable.
El 4to ciclo (episodios 41–45) replica el mismo tema del 3ro, sobre cómo un individuo libre se apropia del rol de monarca, contrastando el proceso en dos personalidades diferentes: ambas tienen la motivación de gobernar con justicia, pero una respeta el principio de reciprocidad y la otra no. El mundo de fantasía presentado en Juuni Kokuki es estrictamente jerárquico, pero sus habitantes no ignoran los principios de no agresión y de reciprocidad, sino que aspiran a que ellos sean respetados tanto como los del mundo real.
El 2do ciclo (episodios 15–22) explica los rasgos generales del mundo fantástico en el que tiene lugar la historia y narra la biografía de Taiki (conocido como Kaname Takasato en el mundo «real»), el kirín del reino de Tai. Este ciclo les da sentido a los hechos inexplicables que el espectador ha presenciado en los episodios del 1ro e introduce una trama dedicada a la misteriosa vida del único kirín negro del mundo fantástico.
La serie animada está inspirada en una serie de novelas escritas por Fuyumi Ono y publicadas entre 1992 y 2013. No hay una coincidencia exacta en el orden de los acontecimientos narrados ni en los personajes representados, pero la historia es esencialmente la misma. Con sus 45 episodios, la serie tiene un sentido de unidad completo y no necesita adiciones, pero se dice que existe la intención de dibujar más para continuar representando los eventos narrados en las novelas. No creo que resulte estrictamente necesario, pero se trataría de una adición muy bienvenida en virtud de la calidad de la historia.
El tema de la identidad japonesa se puede observar, sobre todo, en los ciclos 1ro y 2do de la serie. Por una parte, la actitud de Yōko respondía a lo que los demás esperaban de ella: ni siquiera ella misma podría haber descrito su verdadera personalidad, puesto que estaba enteramente focalizada en agradarles a los otros. Este rasgo parece típicamente japonés considerando el esfuerzo que, según me contó al menos uno de ellos, hacen por comportarse de manera cortés. La rigidez de la norma comunitaria relativa a la cortesía hace casi imposible conocer la verdadera personalidad de alguien y esto es precisamente lo que le ocurre a Yōko.
Por otra parte, la desconfianza hacia los extranjeros que muestran los habitantes del mundo fantástico también parece un rasgo nipón. El mundo fantástico de los doce reinos puede conectarse con Japón, llamado Horay, a través de portales mágicos llamados shoku. Los desafortunados japoneses que son atrapados por algún shoku son llamados kaikyakú y aquellos nativos de los doce reinos que fueron concebidos en un árbol (como ocurre en este mundo fantástico), pero nacieron y fueron criados en Horay, son llamados taika. La relevancia de estas distinciones señala lo importante que consideran los nativos la diferencia entre haber nacido en los doce reinos o fuera de ellos. De hecho, los kaikyakú que llegan a los doce reinos son perseguidos o, si no, tienen enormes dificultades para integrarse en la sociedad y para aprender la lengua local. Este es un reflejo de cómo los japoneses se perciben a sí mismos: como una sociedad cerrada que no integra a los extranjeros y cuya cultura es por sí misma excesivamente compleja y excluyente.
El tema de la identidad personal es desarrollado con especial énfasis en los ciclos 1ro y 4to. En el 1ro, Yōko enfrenta temores que yacen en su subconsciente y que la conducen a admitir que no tiene una personalidad propia, sino una máscara para conseguir la aprobación de sus padres, de sus profesores y de sus compañeras de curso. El reconocimiento de este conflicto la hace darse cuenta de que ella les achaca una actitud idéntica a las demás personas, pero lo hace de forma injusta y prejuiciosa. La conciencia que cobra sobre sus problemas la empujan, finalmente, a tomar las riendas de su vida y a actuar no de acuerdo con lo que otros esperan de ella, sino de acuerdo con lo que ella verdaderamente quiere.
En el 4to ciclo, vemos enfrentadas las personalidades de Enō y de Atsuyu, a quien Enō llama su otro yo. Atsuyu se esfuerza por mejorar las condiciones de vida de los habitantes de Gen, una provincia en el reino de En en la cual él actúa como gobernador luego de haber derrocado a su padre. El comportamiento de Atsuyu difere del de Enō, quien intenta reinar benéficamente sobre En, en el sentido de que Atsuyu está dispuesto a incurrir en transgresiones de los principios de no agresión y de reciprocidad con tal de alcanzar sus metas, mientras que Enō respeta estos principios de forma constante. Atsuyu derrocó a su padre por incompetente, pero Enō (cuando aún era Shoryu) no quiso hacer lo mismo con su propio padre a pesar de que también podía achacársele incompetencia en su condición de líder. Mientras que Shoryu perderá todo lo que tiene y su pueblo completo perecerá en Japón, Atsuyu será derrotado y castigado por Enō en los doce reinos. La ambigüedad de estos resultados hace que Enō se cuestione constantemente si acaso Atsuyu no estaría en lo cierto al sostener que resulta admisible transgredir los valores fundamentales con tal de conseguir un fin superior.
En cuanto a la condición humana, Juuni Kokuki no solamente nos muestra cómo Yōko se convierte en una persona libre y verdadera, sino que también nos presenta monstruos domesticados (shirey) capaces de hablar y mitad-bestias (hombres que toman forma de animales y mantienen rasgos antropomorfos) que tienen vidas normales entre las demás personas. El foco parece apuntar a la capacidad de hablar y, a través de ella, de integrarse en la comunidad. Los kaikyakú, por ejemplo, quedan excluidos a causa de su incapacidad de comunicarse efectivamente con otras personas. Los shirey, por su parte, son capaces de comunicarse, pero no integran el mundo más que como siervos de los kirín y los reyes.
El destino de los doce reinos está dominado por lo que llaman «la voluntad del cielo». Esta voluntad se manifiesta en la capacidad exclusiva que tiene el kirín de cada reino para escoger al rey. La voluntad del cielo es una realidad palpable en los doce reinos, puesto que la ausencia de un rey legítimo causa la aparición de monstruos y que el kirín está físicamente impedido de inclinarse ante alguien que no sea el designado por la voluntad del cielo para reinar sobre el territorio específico de su reino. Esto le otorga un carácter trágico a la serie animada por cuanto las personas están atadas a un destino del que no pueden escapar. Esto no significa, sin embargo, que carezcan de la facultad para actuar libremente, aunque le otorga un peso más significativo a la responsabilidad de hacerlo. Un rey que decide abdicar sabe, así, que causará la ruina del reino mientras el kirín no encuentre y designe al siguiente monarca.
El peso de la libertad individual resulta así de visible, por ende, en los doce reinos. Aquel que decide usurpar el trono, oponiéndose a la voluntad del cielo, asume que su decisión chocará estrepitosamente con la realidad de los hechos y terminará atrayéndose el dolor y la muerte. Lo mismo ocurre con quienes osan desafiar a un rey justo. El rey injusto, por su parte, se arriesga a enfrentar una rebelión, como ocurrió en Hou, o a atraer calamidades sobre sus súbditos, como ocurrió en Kou. Pero el ejemplo más patente de ejercicio de la libertad está en la protagonista, Yōko, y su proceso de transformación en Keiō.
Juuni Kokuki resulta atrapante por la fantasía propia de los doce reinos y porque cuenta una historia interesante: sus personajes resultan excepcionales y admirables a la vez que notablemente corruptos. El enfrentamiento tanto interno cuanto externo de la maldad humana es uno de los ejes de la historia y le da un carácter universal a la serie. El hecho de que una misma persona reúna en sí lo más admirable y lo más abyecto de la condición humana puede parecer chocante, pero es parte de la realidad de cada individuo y otorga esperanza con respecto a la capacidad de superación del hombre.
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